MI PUNTO DE VISTA
Mientras leía el último libro de Giorgio Grassi, “Una vida de arquitecto” (2008), fui subrayando numerosos
párrafos de los cuales escojo el que sigue por la mirada firme, clara y contundente que ofrece sobre lo que él
llama la nueva arquitectura contemporánea:
“Todo lo que me interesa y que quisiera ver cada vez que veo una obra de arquitectura, insisto, es el
esfuerzo y la inteligencia que han sido necesarias para lograrla. Todo lo demás, las formas más diversas y
fascinantes, aquellas en las que resulta claro que su principal objetivo es llamar la atención, que se apoyan
sobre todo en su originalidad y diversidad, en las que existe un ansia evidente de conquistar a todos a costa
de entrar a formar parte del gran circo de la nueva arquitectura contemporánea, todo eso me disgusta y me
inquieta. Por eso mi tentación más fuerte es siempre la de apartarme, la de tomar distancias, porque me
avergüenzo, me avergüenzo por ellos y me avergüenzo por mí, por la falta de vergüenza que tienen y por ser yo
uno de ellos a mi pesar”
Considero que G. Grassi es uno de los “tipos más duros” de la arquitectura reciente, de esos que resisten y que
no claudican ante las insufribles condiciones que conforman nuestro peculiar ‘habitat’ profesional. Lo mejor
para confirmar esto que aquí digo es hacer un recorrido a través del coherente discurso que constituye su obra y
deleitarnos con la representación gráfica de sus principios.
Así que para estrenar esta mi web y espoleado por la lectura del citado libro me he animado a dejar escritas
algunas de las ideas que me acompañan desde hace ya algunos años, precedidas de las preguntas que las motivaron.
CUESTIONES E IDEAS
- Primera cuestión:
¿Dónde se quedó la componente artística de la arquitectura?
Yo la busco, miro a mi alrededor y normalmente no la encuentro. Lo más probable es que haya sido aniquilada por
las circunstancias como ya advertía Alberto Campo Baeza en “Resistid, malditos”, un texto publicado en la
revista ‘Arquitectura’ (1995) cuando hablaba, entre otras cosas, de una sociedad que devora a numerosos
arquitectos que firman, incansables, construcciones denigrantes.
Y es cierto porque como síntoma evidente de lo anterior, y en general, la gente se compra una casa como el que
se compra un cepillo de dientes.
Creo que poco ha cambiado desde entonces.
- Segunda cuestión:
¿Cómo degenera la idea de partida hasta convertirse en pura mercancía?
La disolución total o parcial de la idea se produce en varias fases:
· Confusión de la idea gracias a los discursos excesivos y agotadores que pretenden justificar la propuesta pero
que, en ocasiones, resultan incomprensibles. Esos textos explicativos se suelen trufar con una serie de
argumentos, muy en boga, como la manida sostenibilidad, la eficiencia energética o el cambio climático, entre
otros, que forman parte de ese mundo estéril de la corrección política, poco o nada compatible con la componente
artística de cualquier actividad creativa.
· Falsificación de la idea trajeándola, disfrazándola con vestimentas ‘a la moda’ que la hagan compatible con el
gusto de turno imperante e instalado en los poderes decisorios en cada caso y aceptable por los jurados
alineados con esa estética y plegados a esos poderes.
· Representación de la idea mediante el uso de las nuevas herramientas y soluciones tecnológicas disponibles
para elaborar renders e infografías (inmaculadas y de una gran limpieza y falsa luminosidad) que pretenden ser
el nuevo lenguaje para expresar una obra de arte, sustituyendo a las técnicas convencionales, manuales, de
representación gráfica (en extinción) que aún conservan esa pulsión creativa inicial y que sí conectan con lo
que puede llegar a imaginar un arquitecto.
· Contaminación de la idea con otras cuestiones de menor entidad a las que se subordina. Esta situación resulta
muy actual, repetitiva y constatable cuando a diario me cruzo con una propuesta arquitectónica brillante que se
supedita o se iguala en jerarquía a conceptos tan políticamente correctos como la sostenibilidad o la eficiencia
energética.
- Tercera cuestión:
¿Cómo podemos corregir el rumbo para acabar con este panorama desolador?
Una buena estrategia (y yo la he probado) es la de salir del ‘sistema’ para, después de una temporada
observándolo desde fuera, volver a entrar para intentar mejorarlo eliminando todos aquellos automatismos a los
que nos hemos acostumbrado para mal y que nada más que consiguen llevarnos a soluciones mediocres.
Mediante esta estrategia podemos acabar encontrando esa nueva trayectoria después de sufrir todo ese ruido
ensordecedor que no nos deja discernir lo fundamental de lo innecesario. Por eso, es bueno alejarse de la rutina
en la que nos movemos día a día y distanciarnos de esos árboles que no nos dejan ver el bosque.
Estoy seguro de que desde un desierto o un páramo desolado se pueden dibujar y defender planteamientos incómodos
que desde dentro de la ‘máquina’ y formando parte de las instituciones académicas, administrativas o de otra
índole, resultan más difíciles de sostener sin arriesgar posiciones de privilegio.
- Cuarta cuestión:
¿Es tarde para elegir entre proponer una utopía admirable o construir una gran decepción?
Creo que no. Yo, al menos, lo intento aunque a veces resulta difícil no traspasar esa delgada línea que nos
separa del infame mundo de las concesiones sin límite.
Es posible que yo sea un antiguo, o un nostálgico al que le importan demasiado los edificios que vencieron al
paso del tiempo.
Comprendo la razón de ser de la arquitectura postmoderna y deconstructivista, tan contradictoria y compleja en
sus soluciones conforme a la época que le tocó vivir (que es la mía) pero creo que en conjunto se trata de una
amalgama de obras que se dejaron vencer y sucumbieron a las circunstancias, convirtiéndose en productos
subordinados a los otros factores que forman parte del proceso global; en construcciones que resultan
decepcionantes al verse reducidas a representar la triste función de ser mercancías distinguidas en una tienda
de lujo.
Sin duda, mejor hubiera sido dejarlas en su fase inicial y sobre un papel; sin construir y conservando su
pureza; sin materializar pero con unas expectativas que se hubiesen mantenido intactas. Me encantaría ver los
primeros bocetos de los proyectos que hicieron esos arquitectos que contribuyeron de manera decisiva a conformar
el penoso paisaje urbano y desolador panorama territorial que nos rodea.
Seguramente nos plantearíamos otras tantas preguntas que no dejo de hacerme y a las que, si somos honestos,
deberíamos contestar:
¿Porqué se abandonaron esas primeras ideas tan prometedoras y tan cargadas de futuro?
¿Cuántos edificios se mantuvieron fieles a esos primeros dibujos sin hacer las típicas concesiones que
provocaron la desconexión de lo construido con la idea de partida?
¿No resulta decepcionante volver la vista atrás, comparar la realidad con esos bocetos iniciales y ver todo lo
que se perdió en el camino?
En conclusión, mi punto de vista sobre ésta mi profesión, los ‘productos’ que ofrece y lo que nos queda por
delante se resume en los siguientes párrafos:
Es importante, fundamental, que la idea de partida no se desvanezca a causa de modas, prejuicios y otras
muestras de falta de carácter. Hacerla evidente y no enredarse en temas colaterales o secundarios es una premisa
irrenunciable, manteniendo una radicalidad extrema en esta cuestión, porque el valor de una propuesta se
fundamenta en la pureza de esa idea primigenia. Se trata de conservar una idea que no se ramifique demasiado
para que mantenga su fuerza concentrada en sí misma.
No se debe renunciar al uso del lenguaje propio de la arquitectura. Prácticamente, a día de hoy, se ha
convertido en una lengua muerta a causa de que los pretéritos recursos de expresión arquitectónica (el dibujo)
se han ido sustituyendo progresivamente por herramientas (tipo infografías) que carecen de la pulsión necesaria
para estar vivas. Por ello, hay que optar por resistir a la moda imperante utilizando una economía de medios que
se manifieste en la propia representación gráfica para poder potenciar aquello que consideramos fundamental y no
acabar mostrando todo aquello que sobra y estorba.
Tenemos que ser conscientes de la capacidad redentora de la buena arquitectura. De su capacidad para resolver
problemas complicados. Deberíamos convencernos de que la arquitectura siempre resiste mejor las críticas y el
paso del tiempo si sus fundamentos son sólidos y rigurosos. Y no olvidar que una cualidad fundamental e
inherente a la arquitectura reconocible como modelo a seguir es su vocación de permanencia en el tiempo.
Por tanto, una cierta rebeldía estaría bien ante el panorama desolador que se nos muestra a diario. El orden
alienante establecido que nos encasilla en exceso, las imposiciones de la industria, los reglamentos ajenos al
proceso de creación de un proyecto arquitectónico, algunas bases de algunos concursos de proyectos, son claros
ejemplos de esas ligaduras que consiguen asfixiar una expresión artística libre.
Me gusta imaginar que el hecho de tener una buena idea es como tener (despiertos) un buen sueño convertido en
algo real y que se nos muestra en nuestra vida consciente. Así, cuando decimos aquella frase de “hacer realidad
nuestros sueños” creo que, veladamente, nos referimos al esfuerzo, al trabajo y al sacrificio que supone llevar
nuestras ideas a buen puerto para poderlas ver construidas sin que pierdan toda su fuerza, toda su pureza y todo
su valor.
Para terminar con este tema os dejo algunas citas que han sido importantes para mi forma de ver las
cosas:
J. N. Louis Durand (Précis des leçons d'Architecture, 1801-1803) “La arquitectura es el arte de componer y de
realizar todos los edificios públicos y privados [...] conveniencia y economía son los medios que debe emplear
naturalmente la arquitectura y las fuentes de las que debe extraer sus principios [...] para que un edificio
sea conveniente es preciso que sea sólido, salubre y cómodo [...] un edificio será tanto menos costoso cuanto
más simétrico, más regular y más simple sea” (de la Introducción al Vol. I)
Eugène Viollet-le-Duc (Dictionnaire raisonné de l'architecture française, 1854-1868) “La arquitectura es el
arte de construir. Se compone de dos partes, la teoría y la práctica. La teoría comprende el arte propiamente
dicho, las reglas sugeridas por el gusto, derivadas de la tradición y la ciencia que se funda sobre fórmulas
constantes y absolutas. La práctica es la aplicación de la teoría a las necesidades; es la práctica la que
pliega el arte y la ciencia a la naturaleza de los materiales, al clima, a las costumbres de una época, a las
necesidades de un periodo”
Louis Kahn (Conferencia en el Politécnico de Milán, 1967) “Ante todo debo decir que la arquitectura no
existe. Existe una obra de arquitectura. Y una obra de arquitectura es una oferta a la arquitectura en la
esperanza de que esta obra pueda convertirse en parte del tesoro de la arquitectura. No todos los edificios
son arquitectura [...] El programa que se recibe y la traducción arquitectónica que se le da, debe venir del
espíritu del hombre y no de las instrucciones materiales”
Steven Holl “Algunos artistas califican la diferencia entre arquitectura y arte como ‘uso’ versus ‘falta de
uso’. Esta caracterización trunca el ‘uso’. ¿Cuál es el ‘uso’ de la música si no es para agitar el espíritu?
Igualmente, una ‘función’ de la arquitectura es emocionarnos con una construcción de energía espacial
luminosa. Su más alto ‘uso’ sirve para conmovernos profundamente”
Alison & Peter Smithson “Es preciso crear una arquitectura de la realidad. Una arquitectura que arranque del
periodo de 1910, De Stijl, del Dadá y del Cubismo y que ignore el daño ocurrido tras las cuatro funciones:
habitar, trabajar, recrearse y circular. Un arte preocupado por el orden natural, por la relación poética entre
los seres vivos y el entorno. Queremos ver ciudades y edificios que no nos hagan sentir avergonzados, que no nos
avergüencen de nuestra ineptitud para hacer realidad el potencial que encierra el siglo veinte. Que filósofos y
médicos no nos consideren tontos, que los pintores no nos consideren insignificantes. Vivimos en ciudades hechas
por imbéciles”
SOA Julio 2023